En los últimos meses, los rastreadores se han convertido en piezas clave frente al COVID-19. La búsqueda de personas que hayan podido infectarse tras estar en contacto con un paciente positivo se erige como una de las medidas más eficaces para contener la pandemia. Muchos rastreadores, cuyo número -se ha dicho hasta la saciedad- ha sido insuficiente en nuestro país, sobre todo en la primera mitad del año y especialmente en determinadas comunidades autónomas, son enfermeras. Es el caso de Elisa Martínez Núñez, responsable del equipo de vigilancia epidemiológica del Hospital Universitario de Guadalajara,  a la que hemos “rastreado” hasta hablar con ella para que nos explique exactamente en qué consiste su día a día y conocer cómo tejen, a partir de cada caso, esa red de personas que, sin saberlo, podrían estar infectadas.

Logramos hablar con ella, curiosamente, nuestra rastreadora ha sido “rastreada” y en el momento de esta entrevista se encuentra en aislamiento domiciliario. No hay como el Zoom para a acortar distancias y que esta enfermera nos dedique unos minutos.

Elisa, enfermera especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria, es actualmente la encargada de coordinar los equipos de rastreadores o enfermeras de vigilancia epidemiológica de la provincia de Guadalajara para que todos sigan las mismas directrices.

“A los responsables -cuenta- nos llegan todos los casos positivos de Covid-19 que hay al día en la provincia y nosotros los distribuimos entre los rastreadores de los distintos centros de salud” que, nos explica, en el caso de Guadalajara se ubican físicamente en su hospital.

Tras la “pista”

El de rastreador es un trabajo que requiere de formación, pero también de una cierta dosis de imaginación para saber tirar de los hilos y es que, como explica Elisa Martínez, “es habitual que surjan problemas porque en muchos casos la persona que ha dado positivo no sabe cómo darte los nombres o datos de contacto de aquellos con los que ha estado en un bar, en un viaje…”.

Se les pide que faciliten los contactos estrechos desde los dos días anteriores a la realización de la PCR o, en su caso, inicio de los síntomas. Estos contactos estrechos, explica, “son aquellos con los que han estado más de quince minutos a menos de dos metros y esto se extiende a todos los ámbitos: familiar, laboral, social…”.

La búsqueda no está exenta de complejidad, especialmente cuando los casos son jóvenes porque, como apunta Elisa Martínez, “no es infrecuente que hayan salido con personas de las que a veces no saben ni el nombre ni los apellidos… también suele complicarse el rastreo cuando se detecta un caso en un trabajador de una empresa muy grande y ha estado en reuniones con personas de las que también desconoce sus datos”.

De cada caso, nos dice, suele salir un mínimo de dos o tres contactos estrechos y que pueden corresponden a la unidad familiar, pero este número se incrementa fácilmente: “por ejemplo, si hablamos de un niño, a la unidad familiar hay que sumarle ya para empezar a todos los compañeros de su clase y a aquellos con los que haya coincidido en el parque, con lo cual, el número alcanza fácilmente las 30 o 40 personas a las que tenemos que llamar”.

Cuando la cosa se complica, apunta “nos ponemos en contacto con nuestros superiores de Sanidad y Salud pública, que tienen una red más amplia para poder buscar”.

Seguimiento de los contactos

De todos los contactos que el positivo entiende como estrechos, estos no siempre lo son. Una vez el rastreador ha conseguido hablar con ellos, discrimina entre aquellos que efectivamente sí lo son y otros que no entran dentro de esta categoría. A los que realmente son contactos estrechos, se les deriva a su centro de salud para que se les haga una PCR lo antes posible, a fin de detectar nuevos positivos y detener la cadena de contagio. Independientemente del resultado, estas personas deben permanecer en sus casas durante diez días, período de tiempo en el cual los rastreadores les irán llamando para hacer un seguimiento, interesándose, por ejemplo, por un posible inicio de síntomas. Si en ese tiempo, la persona, a pesar de haber dado negativo en la PCR, manifiesta algún tipo de síntoma, es preciso que prolongue su aislamiento y se repita la prueba. Los rastreadores estarán pendientes de su evolución.

Evitar al rastreador

“Podríamos escribir un libro”, nos responde Elisa cuando le preguntamos por casos concretos con los que se encuentran en su día a día. Así está el del chaval de cuyo contacto estrecho sólo tenía su nombre de Instagram y desconocía el real o el de aquel que decidió dejar Guadalajara e irse a su segunda casa en Roma a cumplir el confinamiento. En el primer caso, el rastreador decidió enviar un mensaje directo a través de Instagram al supuesto contacto, este respondió y pudo seguir el proceso. En el segundo, nos dice Elisa, “hablamos de un claro caso de incumplimiento que, afortunadamente, era un contacto estrecho pero no un positivo porque este hombre, que era de un pueblo de Guadalajara, argumentó que en ese momento estaba más cerca del aeropuerto de Madrid que de su casa en Roma, adonde decidió irse con lo que implica estar en un aeropuerto, entrar en un avión… Además, al ser otro país, perdemos el control de si se ha hecho o no la PCR… Este es uno de esos casos que nosotros notificamos a Sanidad y a Salud Pública para que tomen las medidas pertinentes. De lo contrario, nadie se lo tomaría en serio”.

Y aunque la mayoría de la gente colabora, Elisa reconoce que “el primer contacto telefónico suele ser el más fácil porque la persona a la que llamamos no sabe que somos nosotros. En cuanto les decimos que tienen que estar en casa y localizables, la cosa cambia y ha llegado a pasarnos que al llamar a los dos o tres días del primer contacto nos hemos encontrado con que habían restringido las llamadas a nuestro teléfono para que no podamos localizarles. Y otros muchos a los que llamamos en todos los horarios posibles y a los diferentes teléfonos que tenemos y, aunque tienen que estar en casa, no responden”.

Detrás del rastreador

Inicialmente, los rastreadores del equipo de Elisa eran enfermeras. Sin embargo, ante la necesidad de contar con más profesionales que desempeñaran esta labor y la escasez de enfermeras, desde finales de agosto se han ido incorporando otros perfiles como son fisioterapeutas o trabajadores sociales.

Elisa, desde su especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, reconoce que su formación como enfermera especialista es un plus: “durante dos años, rotamos por las Unidades y Servicios que nos dan las competencias que precisamente ahora se necesitan para realizar el rastreo y la vigilancia epidemiológica como son Sanidad, Salud Pública, Medicina Preventiva, Salud Laboral… allí ves cómo funcionan las enfermedades de declaración obligatoria, los sistemas de rastreo, las encuestas epidemiológicas, la importancia de la prevención y la promoción de la salud… Parece que las enfermeras estamos sólo enfocadas a lo asistencial, pero siempre ha habido enfermeras trabajando en estos campos y precisamente es en la especialidad donde tienes la oportunidad de aprender en estas unidades. Estamos ante algo nuevo para todos, pero si al menos ya tienes una formación específica en este ámbito, te ayuda bastante. Las especialidades de enfermería son necesarias. A un pediatra no se le pide que atienda adultos, pero en enfermería parece que valemos para todo. Espero que esto cambie algún día y no pase, como está pasando, que te lleven a Cuidados Intensivos cuando no has estado nunca”.